Asumir la realidad

SEPT / 2022
En la MULTI del 07/09 se escuchó (y mucho) un intercambio de una pareja de novios que se encuentran separados por varios kilómetros de distancia, lo que hace imposible la cotidianeidad y eso genera un determinado nivel de conflictos que viven de distinta manera en cada integrante.
Sin entrar a opinar sobre la situación específica, ya que eso de hacer de paciente psicoanalizador de pacientes es un rol para el que no estoy convocado, así que simplemente intentaré plasmar las resonancias que me ha provocado escuchar los relatos, en temas que inicialmente pueden parecer absolutamente disonantes con lo escuchado.
Durante 10 años viví en España, que casi es como decir el patio de atrás de Europa, pero que en muchos aspectos está por lo menos a 30 años de distancia de Argentina.
Un lugar donde la comida, la ropa, los medicamentos y muchas otras cosas de las más elementales, y de las no tanto, es absolutamente accesible, con valores constantes, con conductores que paran para que crucen los peatones y con una la seguridad tan normal como la paella de los domingos.
Por esas cosas realmente me enamoré de la Madre Patria en general y de Valencia en particular.
A ese mundo sueño con regresar, sueño con volver a enamorarme, a vivir sabiendo que si hay una manifestación será un sábado, que en una Cabalgata (desfile) de Reyes será tan aplaudida la Policía Local como el micro descubierto del VCF (Valencia Club de Fútbol) donde en el aeropuerto te cobran más caro un café pero no te matan y un taxi te cuesta más caro que el bus, pero nunca un ojo de la cara.
Cómo no querer vivir en un sitio así, como no añorar un pasado que hoy parece una utopía, pero, siempre hay pero, una gran distancia me separa, sería imposible vivir allí con la jubilación de aquí, aún sumándole la que voy a empezar a cobrar por mis años de aportes en ese paraíso.
Lo sé, lo tengo internalizado, pero lo sigo esperando como si fuera una chica de barrio que espera a un príncipe azul.
Mi esposa comparte mis sueños, pero mucho más práctica me dice que sería una linda aventura, pero no nos dan los números, el contigo, pan y cebolla no existe y yo dejo de insistir un tiempo y después vuelvo a la carga.

Para volver a soñar,
pero la realidad me hace desistir, realmente me duele, me acongoja y aunque sé
que no se puede y que difícilmente podría funcionar, sigo soñando con volver a
enamorarme de mi lugar en el mundo.
Buscar excusas, es un ejercicio que me lleva a ningún lado y a pesar que de eso lo insisto y pienso alternativas, pero siempre choco contra la misma pared, la distancia.
La distancia entre ingresos y gastos es algo que no puedo superar, aún vendiendo todo aquí y comprando una propiedad allí, el problema siempre es el día después, como es el día después de haber estado un fin de semana con la persona amada, llega el momento de despertar, llega el momento de sufrir, chocando otra vez contra la misma pared, sin plata no puedo. Esa distancia no la puedo superar.
Siempre queda el riesgo de dar el paso, que en algunos casos puede ser triunfal, pero ya no soy un joven con futuro lleno de expectativas, ya tengo una mochila llena de años, como otros la tienen llenas de un trabajo y una familia en una punta y el otro tiene su historia, su trabajo y sus chicos en la otra punta.
Para emigrar hacen falta recursos y una razón que lo justifique, para cambiar de residencia a unos cuantos cientos de kilómetros y llevarse todo consigo hacen falta recursos y una valentía sin fin, ya que el éxito nadie lo tiene asegurado y correr tras una fantasía (como sería hoy mi caso) muchas veces puede ser un acto de valentía y de atrevimiento y otras una falta elemental de análisis.
Es correr detrás de un espejismo y todo eso sucede por no poder actuar con la cabeza fría y entender que si se puede hay que intentarlo, pero que si no se puede es mejor barajar, dar de nuevo, buscar hasta encontrar un sueño realizable y no simplemente comprarse un fracaso a plazo fijo.
Para irse o para quedarse hace falta hace falta agallas y tener una visión de la realidad que muchas veces las ganas o el miedo a tomar la decisión, sea la que sea, nos obnubila, nos empaña los lentes de la vida, nos impulsa a tomar el camino equivocado.
Dicho todo esto, si mañana puedo armo la valija y me voy, entendible en mi caso por aún mantener en mi corazón la llama sagrada de la juventud, del Mayo francés, de la primavera árabe, a pesar de estar transitando la más dulce vejentud.